viernes

María Dos Prazeres

Trata sobre la vida de doña María dos Prazeres, que por un sueño estaba segura de que iba a morir antes de Navidad, pero su destino fue otro.
Una mañana había llegado un muchacho de una agencia funeraria, ya que ella quería sus servicios para cuando muriera.
El chico había entrado y había mirado todo lo que le rodeaba en la casa y abrió un plano del cementerio de Montjuic, y ella se acordó de una tragedia que vio cuando era niña. Vio que el cementerio de Manaos había sido destruido por las lluvias y que por su patio habían llegado ataúdes y pedazos de ropa y cabellos. Ésta era la razón por la que no quería que la enterraran en un cementerio donde llegara el agua.
El muchacho le dijo que no se preocupara, que todo estaba previsto. María dos Prazeres le pedía muchos requisitos como que la enterraran acostada en una tumba nueva junto a Durruti y a otros dos anarquistas, y que estaría mucho mejor debajo de un árbol primaveral, pero algunas cosas no le fueron concedidas.
María dos Prazeres tenía un perro llamado Noi que llegó a golpear la puerta cuando estaba el hombre de la agencia funeraria. Cuando entró se subió a la mesa y casi rompe el plano, su dueña le gritó y el perro lloró, y eso hizo que el muchacho se asustara porque no había visto antes llorar a ningún perro y también se sorprendió cuando María dos Prazeres dijo que era puta. El muchacho se marchó y se despidió de María.
María dos Prazeres había repartido toda su fortuna y había elegido un lugar muy noble donde vivir. El conde de Cardona la visitaba todos los últimos viernes de cada mes, ya que era su único amigo y no sabía por qué lo eran. Siempre, cuando el conde se iba, le dejaba veinticinco pesetas, que era el precio que cobraba María cuando la conoció.
María le había enseñado a Noi a ir al cementerio con la única esperanza de que hubiera alguien que llorara por ella cuando muriera.
Un día cuando María bajaba del cementerio comenzó a llover fuerte y ningún autobús la quería llevar. Luego de esperar pasó un trasatlántico que la llevó hasta su casa y el muchacho que conducía ese trasatlántico le preguntó si podía subir hasta su cuarto. María le dijo que hiciera lo que él quisiera y fue cuando el muchacho subió y Maria volvió a darle significado al sueño y dijo que no era su muerte, sino que era la suerte de haber pasado ese momento.

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